Hace muchos, muchos años, un tipo muy conocido dijo algo así como “es mejor enseñar a pescar que dar el pescado”. Nuestra sociedad actual está muy necesitada de ayuda. Existen unos desequilibrios sociales importantísimos. Lo cual requiere de ayuda y de manera urgente.
Sin embargo, y partiendo de que dicha ayuda es necesaria, veo que en muchas ocasiones están actuando más como organización “tirita”, es decir, curando una herida social, que transformando para que esa herida no se vuelva a producir.
Aprender a pescar
Cuando veo que Fundaciones e instituciones dedican enormes fondos a recordarnos eventos históricos, rememorando batallas o citas poéticas, una grito sale de mi diciendo: “¡Nos estamos hundiendo y estos parecen los violinistas del Titanic!”. ¿Qué sucedería si esos fondos se dedicaran a transformar esos desequilibrios sociales, pero no desde la limosna, sino haciendo que los individuos “aprendan a pescar”?
Baste sólo un ejemplo. Hay una organización (la Obra Social), que parte del compromiso de ayudar a ancianos y personas mayores, es hacer que trabajen en alguna actividad, como forma de recobrar la autoestima, evitando así ser sostenedores durante tiempo indeterminado.
¿Qué sucedería si las Fundaciones y obras sociales tuvieran como primer objetivo ayudar, pero exigiendo o aportando un plan de transformación para evitar que dicha herida se prolongue en el tiempo?
Creo que la ayuda sin esfuerzo ni transformación por parte de quien la recibe, hace que generemos personas castradas, dependientes y hasta “parásitos” de nuestro sistema.
¿Estamos preparándoles para afrontar los retos del futuro o simplemente estamos prolongando su agonía o sistema de vida?
Por ahí precisamente es por donde van los tiros de la actual responsabilidad social corporativa