Hablamos mucho de la Inteligencia Artificial. Es interesante leer a Enrique Dans (Profesor de Innovación en el IE Business School) afirmando en uno de sus posts, que ni es “inteligencia”(sólo obedece a algoritmos programados), ni es “artificial” (la estadística es una ciencia completamente natural), sino más bien “machine learning”. Es decir procesos estadísticos avanzados.
Sin embargo, dicha “Inteligencia Artificial” ha generado, y me temo que seguirá generando, mucha “Estupidez Artificial”. Por aclarar los términos (lo cual evita muchas discusiones y malentendidos) he preguntado a ChatGPT 3.5 que me aporte cuatro definiciones de estupidez. Aquí está el resultado:
- Definición psicológica: Incapacidad para aprender de errores pasados y tomar decisiones racionales. Las personas que muestran comportamientos estúpidos pueden repetir los mismos errores una y otra vez, sin reflexionar sobre sus acciones ni considerar las consecuencias.
- Definición filosófica: Carencia de sabiduría e inteligencia en el pensamiento y acciones. En este sentido, la estupidez se opone a la virtud de la sabiduría, que implica un conocimiento profundo, juicio crítico y una comprensión amplia de la realidad. La estupidez, según esta definición, es un obstáculo para el progreso humano y puede surgir de la falta de autoreflexión, prejuicios arraigados o una mentalidad cerrada.
- Definición sociológica: Comportamientos irracionales influenciados por factores sociales y culturales. La presión del grupo y la influencia de la masa pueden llevar a decisiones irracionales y a la adopción de ideas sin un análisis crítico. En este contexto, la estupidez puede ser considerada una manifestación colectiva de comportamiento insensato.
- Definición pragmática: Errores ocasionales que todos pueden cometer por falta de información o presión. Incluso las personas más inteligentes y experimentadas pueden cometer actos estúpidos debido a la presión, la falta de tiempo para reflexionar o simplemente por una falta de información completa.
Y aquí es cuando vuelvo a coger el timón de este artículo, porque bien podría escribirlo la Inteligencia Artificial. La pregunta que subyace es:
¿Cuánto de estúpidos estamos siendo con nosotros mismos, con los demás, en las organizaciones y en la sociedad a raíz de las tecnologías?
El individuo
En primer lugar como individuo, veo (y me veo en muchos casos) cómo la tecnología ha distorsionado la paz interior que debería ser nuestro indicador de éxito en la vida. En una ocasión le pregunté a mi padre: “¿Qué es mejor? ¿Salud, Dinero o Amor?” y su sorprendente respuesta fue: “Paz interior”.
¿Cuánto desasosiego produce estar “conectados” al mundo y “desconectados” de nosotros mismos? Reflexiono sobre ello cuando veo que nuestra autoestima intelectual o física depende de los “likes” en Linkedin, Instagram o cualquier otra red. Ponemos nuestro valor fuera de nosotros, exclusivamente en el reconocimiento externo. Es una auténtica adicción a las Redes Sociales. Pero no queremos verlo.
Desde el punto de vista profesional, a raíz de esta constante conexión, ¿estamos pagando un alto coste en nuestras relaciones personales y familiares por estar constantemente conectados? Deberíamos crear espacios, tiempos y rituales de absoluta desconexión. No es lo mismo una conversación escuchando con todos los sentidos (lo que se dice y lo que no se dice), que estando pendiente de un wasap o un email. Recuerdo cómo Coldplay en uno de sus conciertos, nos pidió, nos rogó guardar los móviles para hacer una inmersión total en el espectáculo, la música y la experiencia. Estamos dispersos, estresados y si me permiten, “estupidizándonos” por la tecnología.
La Sociedad
En la sociedad, qué poca reflexión existe para ciertos temas. Es el efecto “manada”, donde adoptamos creencias y comportamientos sin un análisis crítico. Tenemos respuestas inmediatas en política, economía, sociedad, sexualidad, justicia, etc. Es decir “ceguera de confirmación”, aceptando únicamente lo que confirma las creencias preexistentes, descartando cualquier evidencia contraria. Cuando uno no discute, sino indaga los sustentos de dichas opiniones (“El tonto intenta convencerme con sus ideas. El listo usa las mías”), veo la fragilidad de las argumentaciones y con qué facilidad se recurre a palabras como sentimiento o creencia, lo cual muchas veces es fruto de la manipulación y de no poder ir más allá en el razonamiento.
Y es aquí donde la “inteligencia artificial” puede ser estúpida, pues aprende (según me dice ChatGPT) “de datos históricos, lo que puede llevar a la adopción de sesgos y prejuicios existentes en la sociedad. Esto puede resultar en decisiones discriminatorias o injustas”.
En resumen, la IA puede prolongar la estupidez que los seres humanos hemos venido cometiendo a lo largo de la Historia.
Las organizaciones
¿Y en las organizaciones (mi principal campo de estudio)? No hace falta añadir tecnología para seguir siendo estúpidos en muchos ámbitos. Cuando veo liderazgos que no crean líderes, una comunicación interna e interdepartamental que genera una cantidad ingente de problemas, la perversa competencia interna, la ausencia de rituales para parar y poner en práctica la “Jidoka + Kaizen» y evolucionar como organización, o simplemente la carencia de inteligencia emocional por parte de jefes y empleados en resolver conflictos en un ganar-ganar, no creo que la Inteligencia Artificial ayude mucho. Seremos tal vez más productivos, más eficientes, pero no más felices o apasionados para poner en valor nuestro talento al servicio del colectivo.
Muchos beneficios y perjuicios se ciernen a raíz del desarrollo de la Inteligencia Artificial, pero mucho me temo, que a menos que arreglemos la “estupidez humana”, la IA sólo va a hacerla exponencial. Y esto es un gran peligro para nosotros mismos.
Aunque aquí estoy cayendo en uno de los elementos de la “estupidez artificial” según me informa ChaGPT: el “sesgo de negatividad”, que supone centrarse excesivamente en lo negativo y minimizar lo positivo, lo que puede llevar una visión pesimista del mundo y de experiencias personales.
Así que intento cambiar y ver con optimismo todo este potencial, pues dependerá de nosotros encauzarlo y ponerlo debidamente en valor. Y en el pasado, eso también los hemos hecho bien en muchos casos.
Excelente publicación Juan querido, no puedo decir más que coincido en todo.
Conocí y utilicé sistemas de IA en los años ’80 y tenían idéntica base que las actuales: bancos de datos escasamente dinámicos y motores de Inferencia programables; absolutamente eficaces en repetir los mismos resultados sean correctos o incorrectos.
Lo demás es dejarnos invadir por tecnología que no aleja de lo que tu padre centró como lo más importante: la paz interior
Muchas gracias mi querido amigo David.
El peligro será cuando haya un algoritmo que sea capaz de crear otro algoritmo y ahí empezará otra historia. Algo he leído de ordenadores que se conectaban en un nuevo lenguaje y debían desconectarlos. Veremos cómo sigue el mundo, pero que al menos sea con «paz interior» 😉 😉
Nada mas que añadir, muy buen artículo Juan.
Tan solo creo que con la inteligencia artificial no somos conscientes, además de estúpidos, del mundo irreal e insensible en el que estamos entrando.
El día que hagan una aplicación o programa que ayude al ser humano a ser mejor persona, que todo el mundo siga y la hagan tendencia, entonces acabará la guerra exterior de muchos y podrán encontrar esa tan bien definida por tu padre como Paz Interior.
Un abrazo
Mucha razón tienes Eduardo. De ahí el manifiesto que muchos referentes de la tecnología en los Estados Unidos decía de parar esto para analizar sus consecuencias.
Y respecto a esa aplicación, habría que reunir a Ronaldo, David Beckamp y las Kardashian para divulgarla… y no les veo en la labor!! 😉
Un abrazo fuerte
Estupendo análisis como siempre Juan. El centro siempre serán las personas. Eso espero…
Así debería mi estimado Rafael. Aunque lo que suelo observar es que es más un discurso, que acciones que las ponen en el centro!