Éste es el título que desearía haberle puesto a mi nuevo libro, pero pensé que podrían ocurrir dos cosas: o nadie lo comprará, o se convertirá en un “best-seller”, porque claro, todo el mundo tiene un jefe… ¡hasta los propios jefes!
Ayer mismo, en una sesión de gestión del cambio con un equipo directivo, uno de ellos reconocía que debía “empoderar” a su equipo. Y algo saltó en mi: “No, no y no. Ya no se “empodera”, ya no se regala el poder, sino que ¡se toma!”. Si tenemos una organización que depende de la inteligencia, la generosidad o lo despierto que esté un jefe para “empoderar” a su gente, será una organización lenta. Y ya sabemos que las organizaciones rápidas y ágiles son las que están conquistando el mundo. El poder ya no se da, hay que generar una nueva cultura donde la gente “quiera tomarlo”, para desde ahí, iniciar proyectos, establecer mejoras, arrancar iniciativas desde esa libertad con el objetivo de aportar valor, ya sea mejorando el sistema o aportando innovación.
¿Acaso no sería deseable que cualquier miembro de mi equipo tome la iniciativa de mejorar algo que está fallando (falta de comunicación, algún procedimiento, ineficiencias, etc.), se ponga en contacto con todos los afectados, supere los obstáculos, defina los beneficios y lo presente? ¿O voy a esperar a que yo tenga tiempo dentro de mi super agenda llena de compromisos y donde el día a día me absorbe, para poder “encargarle” y “empoderarle” (a veces se traduce como “enmarronar”) que mejore algo que está fallando?
Repito, hay que dar libertad, entendiéndola como “autonomía responsable”, y desde ahí, hay que generar un sistema y un ecosistema donde la gente se sienta libre para participar, tomar iniciativa, hacer autocrítica, proponer soluciones y sentirse realizados porque además de las tareas tediosas (que siempre las hay), hay un proyecto, un reto personal y profesional que te hacer crecer, no sólo a nivel individual, sino también a nivel colectivo.
¿Liderazgo? Espero que veamos que el liderazgo unipersonal (ese que tanto practiqué) está abocado al fracaso. Sencillamente porque acomoda, castra y genera seguidores y víctimas. El nuevo liderazgo genera más líderes, crea ambición en cada uno por evolucionar, y es ahí donde ya no existe resistencia al cambio, sino que es una elección propia. Es por ello que antes de ir de líderes, hay que hacer despertar el liderazgo dentro de cada miembro del equipo, ése que te hace desear, no salir de la zona de confort (con lo que cuesta encontrarla), sino “ampliar” la zona de confort, esa que nos da control y satisfacción, pero que debe irse ampliando como parte, primero, de un reto y satisfacción de evolucionar, y segundo, para estar preparados a los cambios que la propia vida nos deparará.
De todo esto y más compartiré en el futuro “hijo”, puesto que como dice la foto de cabecera, “a menos que cambiemos las organizaciones, no podremos desarrollar el potencial (y por tanto la felicidad) de los individuos”. En junio ya estará disponible para ser regalados a los jefes. No me hago responsable de las consecuencias 😉