Recientemente falleció un familiar de un amigo mío. Éste llevaba un tiempo deprimido, apesadumbrado y desanimado ante la realidad personal que vivía. Pero la muerte de ese ser querido le hizo “despertar” a otra realidad.
Según me cuenta, ha sido consciente de qué cosas son importantes en la vida y cuáles no. Del tiempo que ha estado sin decir un te quiero o un te echo de menos a quien se fue. De plantearse qué tipo de vida está llevando y qué ambiciones tiene que le han hecho no ver el valor de muchas cosas. De la ceguera ante ciertas preocupaciones de gente cercana que por tiempo o prioridades no ha sabido escuchar. En fin, que dicho fallecimiento ha supuesto un shock, tanto por lo que la muerte en sí significa, como por haber hecho de espejo sobre el tipo de vida o valores que llevaba como estandarte.
Pero yo me pregunto: ¿hasta cuándo le va a durar ese “despertar”? ¿Una semana? ¿Un mes? ¿Tres meses? Poco más, creo yo. Seguramente volverá a “dormirse” en ese día a día que nos va cerrando los ojos ante todas aquellas cosas que nos hacen ser felices, mientras nos va poniendo las gafas de la insatisfacción, con las que miraremos a nuestro alrededor y sentiremos que nos falta más dinero, más prestigio, más belleza, más poder, etc.
¿Qué hacer para estar “despierto”? Considero que cada persona debe establecer una serie de ritos que actualicen la escala de valores, y que no nos hagan olvidar lo que realmente, realmente, es importante.
Ese rito puede ser ayudar en un comedor como obra social, practicar yoga, meditación, rezar, adentrarnos en lecturas que alimenten el alma o, simplemente, pararse a valorar y disfrutar lo que la Vida nos ofrece en cada momento.
Por poner un ejemplo, piensen en algo muy valioso de lo que disfruten todos los días. Imaginen por unos minutos que lo pierden para siempre, ¿qué efecto tiene? ¿Acaso no tiene más valor ahora?
¿A qué esperamos, pues, para mirar al presente a la cara y disfrutar de lo que nos ofrece la Vida, en lugar de mirar al horizonte de la escasez y las necesidades que permitimos nos imponga la sociedad?
Busquemos entonces nuestros ritos, a menos que decidamos seguir dormidos… en una pesadilla de carencias.