Hace varios meses, dando una charla en una sala de conferencias, hice el siguiente planteamiento: supongan que mañana reciben un parte médico donde se afirma que les quedan 6 meses de vida. ¿Qué harían?
¿A quién le dirían un “te quiero”?
¿A quién le pedirían “perdón”?
¿A quién mandarían bien lejos? (siendo amables en la expresión)
¿Qué dejarían de hacer?
¿Qué empezarían a hacer?
Para mi sorpresa, en medio del silencio sepulcral que se generó, se levantó la mano de una chica a la que invité que hablara, pero prefirió hacerme una pregunta: “¿Me puedo ir?”. Con cara de sorpresa le dije: “Claro que sí, pero acabamos de empezar la charla”.
Y de forma sorprendente, y que nunca me olvidaré, me respondió: “Es que me he dado cuenta que tengo que ir a pedir perdón a una persona”. “Vete, vete” le dije. Y al levantarse y marchar atravesando la sala, la gente empezó a aplaudir y a vitorearla. Y muchas sonrisas. Y alguna lágrima, cómo no. Sin pensarlo me salió un “A ver, más de uno tendría que salir también a pedir perdón, ¿verdad?”. A lo que la gente rió aún más.
Esta situación, mezcla de autenticidad, honradez, valentía y cómo no, risas positivas por parte del público, me sirve para plantear la pregunta: ¿por qué cuesta tanto pedir perdón?
He podido comprobar en primera persona cómo la persona que agrede, que ofende y hiere, es capaz de perder la amistad, hacer sufrir, o mantener un daño por no reconocer que lo que dijo o hizo fue hiriente. Como adultos, hemos recibido la suficiente educación para distinguir el bien del mal. Al final es una elección sobre qué camino elegir, que refleja la calidad humana de cada uno de nosotros.
Es frecuente encontrar el caso de quien ha sido herido y tiene la fuerza para sacarse la daga que le han clavado en el corazón y acercarse a quien le ha herido para intentar comprender a qué se ha debido ese acto o esa respuesta. Y a veces consigue que esa persona lo reconozca y hasta le salga el “perdóname”. Pero cansa, cansa mucho ser crucificado y encima tener que bajarse de la cruz para preguntar o reconciliar una relación.
Pudiera ser que el que ofende ignora el daño que ha hecho, o bien piensa que tiene razón y el ofendido es él o ella. Aún así, si se sufre o se sabe que se está haciendo sufrir, conviene hacer un acercamiento.
Pero mi pregunta, a la que todavía no he encontrado respuesta tras debatirla en numerosas charlas privadas, es ¿por qué, sabiendo que tus actos han herido a una persona, no se es capaz de reconocerlo y sanar la herida realizada? ¿Qué hay detrás de ello? ¿Miedo? ¿Orgullo? ¿Inseguridad? ¿Complejos? ¿Tanto puede cada uno de estos elementos, para ser capaz de perder una amistad, relación personal o hasta profesional?
Me ha gustado mucho… Yo tampoco alcanzo a comprender del todo por qué cuesta tanto pedir perdón. Creo que todos tenemos una imagen idealizada de nosotros mismos y reconocer que hemos hecho algo mal significa, en parte, romper con esa imagen. A veces debemos concienciarnos de que somos personas y como es normal ..nos equivocamos. Ello no nos hace ser peores personas, al contrario. Equivocarnos nos pone en una nueva situación en la que existe la oportunidad de reconocer nuestro error, pedir perdón y mejorar. Gracias !
Tal vez haya tambien un miedo a q no nos perdonen… Por haber hecho una herida importante!
Muy buena reflexión Juan Felicidades. Pedir Perdón en todos los ámbitos de la vida es muy sano. Pero en el ámbito profesional nos permite ganarnos la confianza del otro al mismo tiempo que afianzas tu posición con el y los demás. Solo, que para dar el paso de reconocer que nos equivocamos, debemos estar convencidos de que no lo hicimos con la intención de hacer daño, sino la sana intención de hacer las cosas bien desde nuestro prisma o punto de vista, si esta premisa no se cumple no es coherente y en consecuencia no sucede. Perdonar es la «guinda» en el proceso de aprendizaje de todos.
Cierto Ruperto, pero como dices hace falta conciencia, humildad, grandeza y querer recuperar la relación! Tal vez a veces entra en juego el ego, incluso profesionalmente, y de ahí que se queden dañadas las relaciones!! Ayyyy si nos pusiéramos como objetivo limpiar la lista de «perdones» a pedir! Un abrazo
Creo que es porque pedir perdón es reconocer el mal que se ha hecho y el error y eso, requiere humildad. Quien carece de humildad (perfiles 8…), o quien carece de empatía emocional, le es muy complicado.
Totalmente de acuerdo Charo. Supone reconocer un error y el daño que se ha hecho. Ufff, eso puede ser muy duro. Y luego está la expectativa que nos digan: OK! pero ya es tarde! De ahí el temor y dejar pasar el tiempo…
Algunas personas piensan que pedir perdón puede parecer un símbolo de debilidad.
Grave error.
Es valiente, honesto y sensato, aquel que sabe que ha obrado mal o se ha equivocado y tiene la humildad por grave que sea o por mucho que cueste para pedir por perdón.
Analicemos también la capacidad para perdonar.
Magnífica reflexión Cayetano! Totalmente de acuerdo. Pedir perdón refleja humildad, grandeza y sobre todo que valora a quien pide perdón! ¿La capacidad de perdonar? Uf, eso es tema de otro profundo debate!! Mil gracias
Yo creo que el planteamiento es para qué nos hacemos esa pregunta. Cada persona tiene su tránsito, su aprendizaje, sus elecciones de vida, … nuestro pequeño papel es ver que siento yo…como diría el libro de los cuatro acuerdos tolteca,No TE TOMES NADA PERSONAL… cuando alguien hace daño, se hace daño así misma, siempre, y en primera instancia. «Sanar la herida realizada»…. el perdón NO genera desde mi forma de verlo, claro, ese acto. Nadie nos sana, somos nosotros quienes nos sanamos desprendiéndonos de la rabia, el orgullo, del por qué «nos hizo eso o aquello».