observas o actuas¿Cuánto tiempo pasamos quejándonos? ¿Cuántas discusiones son acerca de lo mal que está el mundo en general, y más nuestro propio micro mundo?

Desde hace un tiempo me he negado a escuchar conversaciones terapéuticas, ésas que son un río de lamentos sobre política, educación, valores, etc. En cuanto mi sentido auditivo escucha más de dos quejas seguidas, automáticamente intervengo y propongo: “Oye ¿por qué no hablamos de propuestas de cómo mejorar todo ello?”. Y es divertido ver la cara de la gente como diciendo: “¡Pero si no se puede hacer nada!”.

Tal vez la pregunta esté mal hecha. Debería ser más concreta, como por ejemplo: “Y en tu pequeño mundo ¿qué podrías hacer para cambiar algo?”. Posiblemente el gran argumento es que no hay tiempo, que el día a día nos absorbe, y que además ¿para qué?, si al final será un derroche de energía y no podremos cambiar nada.

¿Es un buen ejemplo para generaciones futuras este tipo de actitud? ¿Por qué preferimos observar que actuar? Sin duda estamos en una sociedad acomodada, sin enemigos políticos o extranjeros que estimulen a la acción. Es como una droga que nos tiene adormecidos, viendo escándalos, abusos, inoperancia, etc. Pero ahí me quedo, tranquilito, quejándome y quejándome.

Sin embargo, hay gente que en su tiempo libre lo dedica a alguna ONG, o que a pesar de tener tres hijos está con un proyecto de montar una “Escuela de Padres”, o un alto directivo que con su familia de vez en cuando visita alguna Obra Social para que sus hijos no pierdan la perspectiva de dónde están, de lo afortunados que son y de la ética de ayudar a los demás.

Además, quien decide actuar se siente vivo, aprende, conoce personas interesantes, tanto idealistas como pragmáticas. Actuar supone levantarse con un reto, con un ideal, con ganas de hacer, de cambiar y de avanzar.

Creo que una sociedad que no tiene pasión, que es mera observadora de su inoperancia, es una sociedad muerta. En cambio aquella sociedad que es ambiciosa, rebelde, vibrante y sobre todo solidaria, es generadora de oportunidades.

Y ¿saben cuál es el secreto? Disfrutar en la acción y no con los resultados. Es jugar un partido no para ganarlo (que también) sino para disfrutar del juego o sencillamente para ser coherente con nuestros valores. Eso sí, poniéndose y alcanzando pequeñas metas, iremos retroalimentando la ilusión.

¿Por qué no empezamos a actuar?

Privacy Preference Center