¿Han oído ustedes a alguna persona que estando en los albores de la muerte haya dicho “debería haber pasado más tiempo en la oficina”? Lo dudo mucho. Tal vez si le preguntaran qué le ha impedido disfrutar más la vida, la respuesta más común sería el “el día a día”.
Esta frase, la del “… es que el día a día me come el tiempo” se ha convertido en la gran sintetizadora de nuestro estilo de vida ¿Cuántas cosas no podemos hacer por el “día a día”? Seguramente entre ellas estará el relajarnos, pasar tiempo con los seres queridos, sentarnos con nuestro equipo a reconocerles el trabajo o a entender el porqué de una mala reacción, mandar un recuerdo a un buen amigo o amiga que tengo olvidado u olvidada. En fin, muchas cosas.
Pero aquí viene la pregunta que nos delata. ¿Qué pasaría si en vez de veinticuatro horas, tuviéramos veinticinco? ¿Aprovecharíamos esa hora de más para nuestro disfrute o equilibrio personal? o más bien ¿acabaría siendo absorbida por el “corre corre” de nuestros días?
Hay personas a las que un ataque al corazón, o la somatización del estrés en sus múltiples formas, les hace pararse y replantearse si es ésa una buena forma de vivir. Es cierto que todos tenemos picos de estrés o de estar ocupados. El peligro es que el “pico” se convierta en una “meseta”.
¿Qué hacer? En primer lugar analizar si ese estilo de vida es coyuntural o más bien es parte de una rutina que hemos asumido. A continuación replantearse si somos gestores de nuestro tiempo o más bien somos esclavos de él. Es decir, si somos marionetas de los imprevistos, de las llamadas, de los correos y de todo lo que nos rodea. Y tras este tomar conciencia, empezar a aprender a priorizar (en primer lugar la propia vida personal), a distinguir lo urgente de lo importante, a planificar, a saber gestionar los imprevistos (no todos tienen que ser para “ya”) y a esos enemigos llamados “ladrones de tiempo”, que en el fondo yo mismo soy el culpable de que existan.
Por lo tanto, paremos y reflexionemos qué estilo de vida quiero llevar, cuál es la velocidad crucero que deseo para mi vida y sobre todo, pensemos en todo lo que el “día a día” nos está robando. Perdón, permitiendo que nos lo roben.