El director de Caja Mediterráneo en Shanghai, José Antonio Granados, fue el encargado de recordar que pese a que muchos economistas están empezando a pensar que será China (que ha salido indemne de la mayor recesión de los últimos 70 años), quien saque al mundo del agujero en que se encuentra, lo cierto es que el país asiático es un gran desconocido en España, casi en la misma medida en que España está ausente en la conciencia colectiva de China.
Durante su ponencia explicó que una imagen del vencedor de La Copa Mundial de la FIFA Sudáfrica 2010 es prácticamente la única referencia de España en China. “La promoción no es fácil como en Latinoamérica, donde existe una lengua y una historia común, y la competencia es mucha”, narró Granados. Y de igual forma, existe un desconocimiento de los empresarios españoles sobre la realidad china. “1.300 millones de habitantes no son 1.300 millones de consumidores, no todos tienen poder adquisitivo”. “Por otra parte, el mercado chino no es homogéneo, sino muy heterogéneo”.
“La inversión española en China se puede calificar de anecdótica y la balanza comercial arroja un déficit difícil de enderezar en las actuales circunstancias. En todos los intentos de entrada en el mercado chino ha quedado patente el desconocimiento que existe, no sólo entre el empresariado español sino en el conjunto de la sociedad española, de China, su cultura, sus costumbres, sus modos de hacer negocios y, por supuesto, su idioma”, aportó José Antonio Granados.
Inmersos como estamos en la peor crisis económica de los últimos setenta años son muchos los que se preguntan si es China la solución a esta crisis y, en particular, en España, si las empresas españolas pueden contar con el mercado chino para salir del enorme bache en que están sumidas.
“De ahí que resulte hoy muy conveniente volver a plantearnos cuál es nuestro conocimiento de China y cuales son aquellas concepciones erróneas que pudieran suponer un escollo para el acercamiento y entrada con éxito en el enorme mercado que representa”, aconsejó.
Granados hizo un breve pero interesante repaso por la historia de China, imprescindible para explicar su presente y también su futuro, de previsible gran esplendor pero no exento de incógnitas.
Entre sus fortalezas históricas, Granados se refirió al “pragmatismo chino”, a una gestión política eficaz de las reformas, aunque sustentada sobre importantes contradicciones como el mantenimiento de dos sistemas, la explotación de la clase trabajadora y un modelo socialista característico y exclusivo.
En la actualidad el país debe hacer frente a un nuevo modelo de crecimiento en el que toman protagonismo la producción de valor añadido, el incremento de la demanda interna y la propia externalización de la inversión china, potenciando la actividad inversora en países de África, Latinoamérica y este asiático.
“En un mundo cada vez más globalizado y multipolar será difícil que un solo país alcance el protagonismo de las antiguas potencias pero, a día de hoy, nadie duda de que China va a ser el principal árbitro, junto a EE UU, en la escena internacional y que va a despeñar el papel de líder entre los países en vías de desarrollo y en especial en el seno de la ASEAN (Asociación de Naciones del Sureste Asiático) , en África y entre los llamados BRIC’s (China, Brasil, India y Rusia)”, explicó Granados.
Los expertos calculan que en la década de los años 30 China sobrepase el PIB de EE UU, con lo que se haría realidad el escenario en que ambas potencias compitan por las áreas de influencia en el mundo y se vean también obligadas a colaborar para enfrentar los desafíos a escala mundial. “Hoy ya se empieza a hablar del G-2 como núcleo de poder fundamental formado por ambos gigantes”, añadió.
El ponente hizo especial hincapié en que no cabe esperar “lo más mínimo” que China avance políticamente hacia una democracia de corte occidental. Y en ese contexto apuntó los “desafíos pendientes” a corto y medio plazo de la milenaria potencia, y que se centran en cómo armonizar su crecimiento con el impuso del bienestar social y la estabilidad institucional y política.
Los interrogantes en el ámbito interno se ciernen, por ejemplo, en las consecuencias de los desequilibrios macroeconómicos (sobrecalentamiento económico, burbuja inmobiliaria, endeudamiento de entes locales…); en los hándicaps propios del cambio de modelo económico (como las demandas de mayores salarios junto a unas tasas moderadas de crecimiento); en un sistema político complejo (autoritarismo, corrupción, desestabilización social); en los conflictos nacionalistas; en la degradación ambiental; y en las secuelas sociales de un rápido crecimiento económico.
Las incertidumbres desde el punto de vista externo se centran en la posibilidad de que China sea vista como “una amenaza al status quo internacional, en los conflictos fronterizos latentes, la mala imagen que genere en aquellos países en los que se introducen los inversionistas chinos, y las relaciones de competencia y cooperación con EEUU”, dijo Granados.