200217393-001Desde hace mucho tiempo he venido escuchando numerosos argumentos en contra de los funcionarios: excesiva cantidad, mala calidad en el servicio, ausencia de su puesto de trabajo, poca eficiencia, excesiva burocracia, etc. Y a decir verdad, algo de todo esto he podido experimentarlo en mi propia persona.

Sin embargo, una reciente conversación con un alto funcionario de la administración central me hizo cuestionar, o mejor dicho, matizar, dichos argumentos. A ello se unió un interesante artículo (“Radiografía de los funcionarios en España – El País – 28/5/10) que me ayudó en mi análisis de la situación actual.

Esta persona muy amablemente me preguntó: “Juan, ¿los médicos, policías, bomberos, fiscales y abogados del estado son funcionarios?”. “Sí” le contesté, a lo que siguió con su siguiente pregunta: “y ¿qué piensas de ellos?”. “Pues que entre ellos hay grandes personas y profesionales” le respondí. “Entonces, ¿quiénes son los “malos” de la película? me volvió a preguntar. Reconozco que en ese momento me dejó sin habla. Me acababa de dar cuenta que estaba metiendo en el mismo saco a todos los funcionarios. No era justo.

“Bueno, a quienes realmente critico son aquellos que nos atienden cuando vamos a arreglar algún trámite, pues o no están porque se han ido a desayunar, o parece que tu tiempo no les importa en absoluto” le contesté. “¡Ah, vale!, entonces no todos los funcionarios somos malos. Me estás diciendo que sólo aquellos que te atienden. Pero ¿quiénes realmente? ¿Los funcionarios del grupo A, B o C?”

Recordé cómo muchos amigos que trabajan en la Administración son auténticos profesionales que a muchas empresas les gustaría tener por su conocimiento, esfuerzo e implicación. En ese momento tomé conciencia que el hartazgo y la mala prensa se debía a un reducido grupo de ellos: los que atendían directamente al ciudadano en el trámite de gestiones, o como dicen en su propio argot, los “ventanilleros”.

¿Pero a qué se debe esto? Analicemos algunos datos y creencias que tanto funcionarios como ciudadanos mantienen y que tal vez deberíamos empezar a cuestionar

¿POR QUÉ PARA SIEMPRE?

Nunca entendí por qué un trabajo debía estar asegurado para siempre. Pero en la conversación con este funcionario tuve ocasión de entenderlo: “Juan, ¿te imaginas que no fuéramos fijos? ¿Qué sucedería tras cada cambio de gobierno local, regional o nacional?” De repente, me empecé a imaginar una inmensa ola de despidos y de la consiguiente contratación de afiliados de partidos políticos sin filtro de capacidades ni de conocimientos. ¿Qué decir? Demos gracias por tener gente segura y formada en la Administración.

¿QUIÉNES SON REALMENTE FUNCIONARIOS?

Ahora bien, existe un gran error en pensar que toda persona que trabaja al servicio de la Administración es funcionario. Hace falta distinguir entre “funcionarios de carrera” (son los que acceden por oposición y su plaza es en propiedad, fija, vitalicia y sin posibilidad de despido) que suponen un 60% del personal, “funcionarios interinos” (no tienen plaza a perpetuidad), “personal laboral” y “personal eventual o de confianza” que se rigen por convenios colectivos, y que como todo hijo de vecino, se les puede echar de su trabajo. Con lo cual tenemos un 40% que no tiene un puesto vitalicio, y que tal vez puedan representar el verdadero problema del sobredimensionamiento de la Administración, al haber sido “colocados” por los políticos de turno para generar un voto cautivo.

¿VENTAJAS DE LA EMPRESA PRIVADA?

Varios de los argumentos que se utiliza para justificar la desmotivación de los funcionarios a diferencia de lo existente en la empresa privada, es que en ésta existe la posibilidad de promoción y de incrementar el salario.

Me gustaría saber cuántas personas de este país tienen un aumento de sueldo o se les sube de categoría cada año. La mayoría de las empresas pertenecen al tejido de pequeña y mediana empresa y en gran medida familiar con lo que el personal tiene el mismo sueldo durante muchos años, y tienen un puesto que a menos que se jubile o se marche alguien, no hay posibilidad de ascender. Con lo cual, estamos en las mismas que el mundo funcionarial.

Eso sí, quien se arriesga a irse a otra empresa o a montar la suya propia, tiene el premio de ese mayor sueldo o un mayor cargo.

“HE APROBADO UNA OPOSICIÓN”

Este es el argumento de siempre de los funcionarios. Pues bien, ante ello hay que decir que todos los trabajadores por cuenta propia o ajena tienen que preparar una oposición los 365 días del año durante el resto de su vida laboral. Es la “oposición” de competir diariamente en el mercado, de vender servicios o productos, de estar actualizándose y formándose para que no venga otro y te eche. ¿Acaso esto no es más duro? Y mientras, los que han tenido el mérito de aprobar y tener una plaza, pueden perfectamente acomodarse por el resto de sus días.

¿A QUÉ SE DEBE EL BAJO RENDIMIENTO?

Cuando una persona llega por primera vez a un puesto de trabajo, ya sea en la Administración o en una empresa, lo hace con su “cubo de motivación” lleno. Tiene ganas de trabajar, desea aprender, y sobre todo quiere disfrutar de su trabajo y del ambiente. Pero algo pasa, cuando con los años el funcionario pasa al absentismo emocional, indiferencia a los clientes (el ciudadano), nula implicación y abuso de su posición de trabajador indefinido. ¿Qué ha sucedido por el camino?

Creo que al igual que sucede en la empresa privada, el problema está en la forma de dirigir a las personas. Cuando no hay comunicación, reconocimiento, innovación, participación, motivación, no importa si estás en la Administración o en la empresa privada. Estás muerto, o mejor dicho, te pides una baja o entras en ese absentismo emocional que tanto caracteriza a los lugares “seguros”.

¿Qué pasa en la empresa privada? Pues que encontrándose en este estado, uno se busca otro trabajo. Y es ahí cuando vemos la atadura de la carrera funcionarial. Están mal, pero no quieren cambiar porque tienen algo muy valioso: seguridad. Es algo así, como “no me hundiré en este barco, pero puedo acabar deprimido por no haber cambiado de barco”.

¿QUÉ FALLA?

En mi opinión fallan dos cosas:

1.- No hay formación en saber gestionar personas para obtener su máximo rendimiento e implicación

2.- No hay mecanismos útiles para castigar al mal funcionario, que es realmente quien desanima a sus compañeros y genera esa mala opinión pública si entra en contacto con el ciudadano.

¿QUÉ HABRÍA QUE HACER?

A mi parecer dos cosas.

En primer lugar, decirles a los Sindicatos de funcionarios que hagan menos huelgas por abrocharse el cinturón (que hay mucha gente que se lo están apretando en el paro…) y que sí las hagan para exigir:

–       formación en habilidades directivas de quienes dirigen personas para saber motivar, implicar, escuchar, gestionar y hacer participar al capital humano,

–       la aplicación de la filosofía “premio-castigo” al trabajo bien o mal hecho, pudiéndose expulsar al funcionario de carrera si cometiera faltas graves.

Sin este último punto, llevaremos a la Administración al Comunismo, donde todos somos iguales, o sea los que no dan golpe y los que sí lo dan. ¿Consecuencia? Desánimo, desmotivación, apatía, y sobre todo frustración, haciendo que ese cubo de motivación que tan lleno estuvo al principio, acabe totalmente vacío.

Y en segundo lugar decirles a los políticos que dejen de inflar la Administración para colocar a sus afiliados y favores por medio de los interinos, personal laboral o de confianza.

O así lo hacen o de otra forma los ciudadanos seguiremos pensando que son un cáncer de la sociedad, metiendo en el mismo saco a grandes personas y profesionales que trabajan en la Administración.

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