shutterstock_1027159b copiaHay mucha gente que anda buscando la felicidad. Y para ello, no hace sino buscar fuera lo que no son capaces de encontrar dentro de ellos mismos.

Pero luego están los que no paran de buscar dentro de ellos mismos, y se meten en una vorágine de cursos, seminarios y terapias. Sin duda a algunos les será de utilidad, pero es frecuente encontrar en ellas al típico “maestro” o “director espiritual” que se eleva por encima del bien y del mal, y establece el camino, los ritos y las lecturas a leer en ese “camino”.

Pero hay algo que falla cuando aplicamos un principio realmente destructor de falsos líderes espirituales: “el buen maestro es aquel que te enseña a no necesitarle”. Y es aquí en donde está la madurez de la persona, en la propia conciencia del poder de uno mismo.

Tal vez, en lugar de buscar conocimiento, respuestas o técnicas, lo que tendríamos que hacer es ser sinceros con nosotros mismos y dedicar tiempo a buscar y reconocer lo que realmente nos está quitando la alegría.

Para algunos será un trabajo, para otros una relación o un entorno familiar y para más de uno, un cúmulo de creencias que le han impedido vivir la vida. Como decía un hombre de pueblo muy sabio: “ustedes los de ciudad, se complican la vida y se les ve ansiosos, e insatisfechos. Y luego buscan terapias para curarse. Nosotros los de pueblo, somos sencillos y no nos complicamos la vida”.

Dicho de otra manera, es como si quisiéramos volar más alto, y para ello, buscamos la forma de dar más potencia a los motores a la vez que acumulamos cosas en nuestro avión, cuando posiblemente, lo que hay que hacer es lo contrario: aligerar la carga que llevamos, una veces elegida, y otras permitida bajo la excusa del miedo o del remordimiento de conciencia.

En definitiva, empleemos nuestra sabiduría en buscar lo que nos genera tristeza, nos hunde o nos limita. Calculemos cuánto estimamos vivir y veamos si queremos seguir así por el resto de nuestros días.

Al final, nosotros tenemos que ser nuestros propios maestros, porque la Sabiduría ya existe. Sólo toca observarla y descubrirla.

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¿TE ATREVES A RESPONDER?

– ¿Cuánto tiempo te dedicas a descubrir la Sabiduría que llevas dentro?

– ¿Qué ganarías si la encontraras?

– ¿Qué sigues perdiendo mientras no la encuentras?

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