Uno de los mantras repetidos en conferencias, congresos y redes sociales es que para sobrevivir debemos adaptarnos. Tal vez la frase más utilizada en la crisis financiera del 2008 fue la cita de Charles Darwin: “La especie que sobrevivirá, no es la más inteligente, sino la que mejor que se adapte al cambio”. Pero posiblemente Darwin haya quedado obsoleto.
Ronald Laing, psiquiatra escocés afirmaba:
“Vivimos en un momento de la historia
en el que el cambio es tan acelerado
que empezamos a ver el presente
sólo cuando ya está desapareciendo”
¿Podemos basar nuestra supervivencia en la adaptación ante un mundo salvajemente cambiante? ¿Acaso no llegaremos tarde como profesionales o como organizaciones?
Entiendo la “adaptación” como un proceso en donde el tiempo es parte intrínseca de ella. La naturaleza es buena muestra. Las especies que han sobrevivido han experimentado años y años de mutación en algún aspecto biológico que les permitió sobrevivir ante el ecosistema hostil en el que se encontraban. Pero ¿qué sucede si el ecosistema hostil está mutando constantemente debido a la tecnología, la globalización y la aceleración de los cambios? Hace falta algo diferenciado del concepto adaptación si queremos sobrevivir.
REACCIÓN
Y creo que la palabra que mejor lo podría definir es “reacción”. La supervivencia no está en la adaptación, sino en la reacción o incluso en la anticipación. Tener una organización que reacciona supone dar respuesta de forma rápida y ágil. Es cambiar el rumbo cual velero de alta competición, y no como pudiera hacerlo un trasantlántico.
Durante el periodo inicial de la pandemia, las organizaciones se vieron obligadas a reaccionar de forma inmediata ante una incertidumbre total. Nada sabíamos de lo que podía suceder al día siguiente. Nos vimos en una situación donde no podíamos asistir a las respectivas oficinas, y a la vez teniendo que tomar decisiones estratégicas y tácticas de enorme calado. En todo este proceso, una alta directiva me compartió que había sido uno de los periodos de mayor satisfacción.
La razón estribaba en la autonomía y rapidez para poder tomar decisiones e implementarlas. No había tiempo para debatir en interminables consejos de dirección, donde los egos y batallas internas podían contaminarlas en más de una ocasión, además de una inoperatividad para la toma de decisiones. En el periodo covid estuvo sola y con una enorme responsabilidad, pero a la vez llena de confianza y gestionando los innumerables avatares de dicha crisis de forma excelente.
Pero llegó la normalidad y con ello el control y las reuniones para autorizar lo que en otro tiempo se implementaba sin dilación. ¿Dónde estaba la confianza? ¿Qué había sucedido? Ello le llevó a preguntarse cómo era posible que en la mayor crisis conocida en nuestra reciente historia, donde vidas humanas corrían peligro, pudo dirigir con autonomía, confianza y responsabilidad de forma exitosa, pero ahora en situaciones de normalidad se le castraba de forma extrema. ¿Por qué? ¿Acaso no habíamos aprendido nada?
¿Y LAS ORGANIZACIONES?
Me atrevo a riesgo de estar en desacuerdo con los lectores, que la supervivencia no está en la adaptación. Un mundo en constante cambio, con una casi infinita incertidumbre, genera tsunamis económicos o políticos que hacen que el fenómeno “cisne negro” (concepto definido por Nassim Taleb como eventos inesperados, con enormes consecuencias y posteriormente explicados) sea algo habitual. Ante ello, debemos crear organizaciones que reaccionen con rapidez y agilidad ante el cambio exterior.
Si cierra un mercado debemos ser rápidos para crear o movernos a otro. Si aparece una tecnología disruptiva, debemos sacar provecho de ella lo antes posible, porque en caso contrario, otros sí lo harán. La adaptación nos hace llegar tarde al mercado, y cuando lleguemos puede que la competencia nos haya quitado todos los clientes. Nuestro reto es reaccionar, y ello supone tener unas metodologías de trabajo, una arquitectura organizacional y una cultura que nos permita reaccionar de forma inmediata.
ANTICIPACIÓN
Ahora bien, podemos ir más allá. Podemos anticiparnos. Es decir, ir por delante a la espera de que llegue el cambio y nos encuentre ya preparados. El hecho de ir por delante no significa que sea el momento de implementar nuestros avances. Significa estar preparados, innovando y con un pie en lo que se avecina, como cual navegante que prevé una tormenta. Hay innumerables ejemplos de fracasos de propuestas inteligentes, pero que por diferentes razones no era el momento y en cambio sí triunfaron años más tarde en manos de otros. Pero también hay quienes se anticipan, siendo rupturistas y generadores de tendencia.
En ambas formas, reacción o anticipación, la clave está en la cultura de la organización. Es ésta la que permite que las metodologías de trabajo o la propia estructura organizativa faciliten o dificulten esta velocidad de cambio. Y podemos encontrarnos el caso donde la “zona de confort” y disfrute de algunas organizaciones está en innovar, evolucionar y aplicar la mejora continua como parte de su adn. Se convierten en fuente de inspiración para otras organizaciones. El gran reto es que ese espíritu no muera en la burocratización o luchas de poder fruto de su crecimiento. Todos conocemos casos bien conocidos o bien cercanos.
SEAMOS REACTIVOS E INNOVADORES
Por lo tanto, seamos sinceros y miremos a nuestra organización y veamos si somos estáticos, adaptativos, reactivos o innovadores (incluso copiando bien). Nuestro futura supervivencia está en ello. Y no importa el tamaño, pues hay innumerables ejemplos de cómo grandes empresas han evolucionado hacia otro tipo de estructuras (sistema operativo dual, equipos autónomos, escuadrones y tribus, etc.) para pasar de orquesta sinfónica a muchos grupos de jazz, de trasatlántico a multitud de start-ups, eso sí, alineados con un propósito que a la vez da autonomía para ser rápidos y ágiles.
Si fichamos talento, dejémosle jugar, y creemos las condiciones y reglas básicas para que fluyan en armonía y den respuesta a los cambios radicales que nos esperan.
Excelente publicación, para analizar, meditar y actuar en profundidad.
Brillante, como siempre.
Y sería un placer debatirlo contigo!!! Gracias por estar siempre ahí!
Necesaria reflexión en momentos de mucho cisne negro (y mayores que vendrán). Gracias, Juan
Cierto Carlos!! Muchísimos «cisnes negros»… lo que obligará a ser muy rápidos y ágiles en el cambio!! Un fuerte abrazo
¡Grande, Juan!
Acción, anticipación y proactividad. Se puede decir más alto, pero no más claro. Gracias por compartir.
Así es estimado Germán!!
Excelente, a ver si dejaran jugar… en vez de reuniones estériles.
Eso haría que fueran más rápidos y ágiles!! Sin duda!! 😉
Debo reconocer que al leer el material lo primero que me surgió fue qué el título funciona para abrir el debate. No obstante mantengo mi convicción: «la adaptación es la clave de la supervivencia» y comparto la idea de que la anticipación y la innovación son las claves del desarrollo competitivo y el crecimiento.
Gracias Juan por publicar y compartir tus reflexiones.
Muchas gracias Guido!
Gracias Juan
Lo expresaste muy apropiadamente. El reto es como crear conciencia de urgencia a reaccionar, actuar, validar y seguir como persona como organización! Antes que sea tarde!!
Así es Mario! Cómo crear conciencia para responder rápidamente a un mundo cambiante. Aunque hay empresas que siguen funcionando como en el anterior siglo!! 😉
Como siempre, un artículo que te hace parar y pensar.
Me parece muy oportuna la referencia a Taleb.
Como lograr que la base de la cultura en la organización sea el desarrollo de nuestra capacidad para anticiparnos, no meramente adaptarnos y/o reaccionar, es el reto.
Creo que apuntas como base la alineación en el «propósito» con reglas básicas (para estar en línea), más allá de las técnicas y métodos.
Gracias Juan
Gracias a ti Miguel Angel! Creo que ese es el reto, que cada problema suponga un aprendizaje que haga evolucionar, y que esto esté en el adn de la organización. Ahora bien, hace falta también metodología y rituales para materializar este espíritu, que como bien comentas, debe estar incluido en el propósito! Un abrazo