Antifragil blog uai

Entre los libros que han caído para leer este verano, está la última obra de Nassim Taleb, «Antifrágil», (conocido también por su famoso libro «Cisnes Negros»). Sinceramente, es un libro denso, (a veces un coñazo) y casi de investigación, pero que aporta un interesante concepto: la antifragilidad.

Para situarles, habría que diferenciar cuatro tipo de reacciones al cambio:

– Frágiles: aquéllas que se quiebran ante la aparición de elementos estresantes o turbulentos, como el desorden, el caos, la incertidumbre o sencillamente golpes externos que hacen que quiebren. Ya puede ser una colección de copas de cristal, unos hijos sobreprotegidos, una empresa que vive en un nicho económico, territorial o legal que le evita competir, o una sociedad donde el político todo lo quiere controlar.

– Robustas: las que no se inmutan ante un elemento externo. Es decir, podemos golpearlas pero no se ven afectadas por ello.

 Resilientes: según la Real Academia de la Lengua es la «capacidad de un material elástico para absorber y almacenar energía de deformación» y desde el punto de vista psicológico, «la capacidad humana de asumir con flexibilidad situaciones límite y sobreponerse a ellas». O sea, se ven afectadas pero vuelven a recuperar su forma original.

¿Y cuál sería lo opuesto a»frágil»? ¿»Robusto»? ¿»Resiliente»? Lo contrario a lo negativo no es lo neutro. Lo contrario a lo negativo es lo positivo, es decir «antifrágil». ¿Pero qué significa ser «antifrágil»?

Ser «antifrágil» supone que ante elementos externos, estresantes y que generan desorden (incertidumbre, caos, errores, imprevistos, etc.) la persona, entidad o sistema, sencillamente se hace mejor, más competitivo, ante un cambio sobrevenido. En resumen, no sólo sobrevive al cambio, sino que se benefician de la crisis, mejorando tras ello.

Ni lo robusto, ni lo resiliente se ven ni perjudicado ni beneficiado por la volatilidad y el desorden, mientras que lo antifrágil se beneficia de ambos.

Destaquemos también dos cuestiones que convendría añadir:

– esta cualidad, sólo está en los sistemas vivos, no en los objetos.

– para unas cosas podemos ser antifrágiles (mejoramos tras perder un partido) pero frágiles para otras (si nos despiden de nuestro trabajo).

Por poner un ejemplo que nos ayude a entenderlo. Muchos padres están educando a niños para ser frágiles, con tanta sobreprotección. En el futuro, ante cualquier distorsión externa, pueden «romperse» y no superar adecuadamente cualquier problema emocional, profesional o existencial. E igualmente hay empresas, organizaciones, sistemas políticos, etc. que son frágiles.

Como decía Richard Bach (autor de «Juan Salvador Gaviota») en su libro «Ilusiones»: «No existe ningún problema que no te aporte simultáneamente un don».

Sin embargo, mientras lo leía, no sabía cómo colocar este concepto dentro de las empresas. Y precisamente un libro de Juan Carlos Eichholz, «Capacidad Adaptativa» (ambos tuvimos los mismos profesores), me ha revelado esta conexión. En su libro habla de que las empresas deben generar «capacidad adaptativa» para sobrevivir ante los futuros acontecimientos (o bien llamados «Cisnes Negros»: imprevisibles, con gran repercisión y explicables posteriormente)l, y que será una capacidad fundamental y exigible a los gerentes de las empresas.

Y es ahí donde pude encontrar la conexión. Si usted tiene una empresa frágil a los avatares del mercado, la competencia, los conflictos internos, etc., entonces pasará grandes problemas aumentando la probabilidad de desaparecer. Sin embargo, si usted genera en su empresa una cultura  «antifrágil» (no solo sobreviviendo, sino mejorando) entonces perdurará en el tiempo.

Este último aspecto se podría resumir en la frase de Michael Hammel, profesor del MIT (Instituto Tecnológico de Massachusets):

«El secreto del éxito no es prever el futuro, sino crear una organización que prospere en un futuro que no puede ser previsto”.

¿Cómo hacerlo? De eso hablaremos en otro post!

Privacy Preference Center