Hace unos días, un directivo me llamó y me dijo: “Juan, tengo un problema con el jefe de una de mis delegaciones. Resulta que el tipo es víctima del micromanagement y tiene a todo su equipo desmotivado. ¿Qué podemos hacer?”

A los pocos días, reunido con un gran empresario, de esos que crean una multinacional en una sola generación, me compartía que hubo un antes y un después en su vida empresarial cuando cumplió 42 años. En ese momento se dio cuenta de que no podía estar en todo y asumió que no sólo debía rodearse de los mejores, sino sobre todo, ¡dejarles hacer!

Digamos que estos son los dos extremos del micromanagement o para entendernos, de la “micro-gestión”.

Pero ¿qué es esto de la micro-gestión? Se podría definir como un control absoluto de todos los detalles. Es cuando el jefe quiere estar en todo, hace de embudo de muchas decisiones, se salta a la persona responsable, e incluso aunque delegue, estará encima permanentemente.

A modo de ejemplo, he incluido este vídeo donde vemos cómo lo “viejo” (entendiendo el viejo estilo basado en la micro-gestión) acaba cargándose a todo lo existente. Esto es lo que sucede en las empresas y con su activo, las personas.

Pero como nadie puede verse el propio ojo, a menos que sea en un espejo, demos algunas pistas de comportamientos de micro-gestión, por si alguno pueda sentirse identificado:

1.- No delegación de tareas. “¿Para qué? Si entre que lo explico, ya lo hago yo”. ¿Cuántas de esas tareítas tienes sobre tu mesa? ¿Cuánto tiempo ahorrarías si en vez de pescar, enseñaras a pescar?

2.- Delegación de “boquilla”. Te delego, pero te controlo a distancia.

3.- Intervención en problemas o proyectos que no dependen directamente de uno. Recientemente vi a un director que  iba conmigo por el pasillo de su empresa, y sin esperarlo, abrió una puerta, entró en la reunión de un equipo y echó una bronca tremenda. Observando la cara de los asistentes, se veía claramente que ni había escuchado, ni sabía de lo que estaban hablando y sobre todo, ¡¡quería estar en todo!!

4.- No hay paso sin autorización. ¿A dónde lleva esto? Pues a la ceguera del jefe cuando afirma: “Es que mi gente no se implica” ¿Cómo demonios se van a implicar, si ante cualquier iniciativa, se acaba haciendo ¡siempre! lo que él quiere? El empleado pensará: «¿Para qué preocuparme y tomar iniciativa, si finalmente siempre se hace lo que el jefe quiere?»

5.- Estar constantemente encima. Es decir, aunque fijemos una fecha para acabar el trabajo, pasaré por tu puesto cada vez que pueda, para saber cómo lo llevas (¡Dios mío, qué horror!).

6.- Caer en los pequeños detalles. ¿Se imaginan ustedes al arquitecto de un rascacielos, que ve la cañería de un baño mal colocada, y coja él las herramientas y se ponga a cambiarlas? Eso es lo que hacen muchos empresarios hechos a sí mismos. En el pasado eran “curritos” y ahora, creen que hacen bien poniéndose el “mono” para bajar al nivel más bajo, en lugar de avisar al responsable y comentarlo con él, (y si es posible, preguntar antes que echar la bronca sin haber escuchado).

.

Ahora bien, ¿qué efectos tiene esto tanto en los empleados como en el propio jefe?

En el empleado:

1.- Debilita la iniciativa del empleado: “¿para qué tomarla, si el jefe lo cambiará todo?”

2.- Erosiona la confianza: “¿valdré algo, si nada de lo que hago está bien?”

3.- No aporta innovación: “si no se le ocurre a él, la idea no saldrá”. Pararán de aportar ideas y sugerencias.

4.- Desmotivación, pues no hay nada bajo su control, ya que en cualquier momento, y sin saber bajo qué criterios, todo el trabajo puede ser tiempo perdido.

5.- Corta la autonomía, ya que tienen al gran “hermano” observándole en cada momento.

6.- Hartazgo, por ser corregido en pequeños detalles que no tienen importancia.

7.- No serán respetados por clientes ni proveedores, pues estos saben que si no consiguen lo que quieren, se lo pueden saltar e ir directamente al jefe. ¿Existe algo más desmotivador?

8.- Ganas de irse a otra empresa donde confíen en él, pueda hacer su trabajo sin interferencias y sus ideas sean evaluadas objetivamente.

.

Y en el jefe ¿qué efectos produce?

1.- Enorme cantidad de trabajo que supervisar

2.- Insatisfacción continua, pues se hace responsable de todas las gestiones.

3.- Mal cumplimiento de sus propias tareas. ¿Han visto alguna vez películas de piratas? ¿Se imaginan al capitán bajando en plena batalla a disparar o a remar, perdiendo perspectiva para dirigir el ataque?

4.- Bloqueo del crecimiento de la empresa. Utilizando el mismo símil, si bajamos a remar, no vemos hacia dónde dirigir la empresa. Empleamos nuestras neuronas en la gestión y no en la dirección de la empresa. El despacho no nos deja salir para visitar clientes, ir a comidas de negocios o a eventos de ocio-networking.

5.- Desconcierto al ver que la gente valiosa acaba marchándose.

Como verán nadie gana con esto de la micro-gestión.

.

¿Qué hacer?

Preguntar ¿qué hacer? es lo mismo que preguntar ¿cómo cambiar el comportamiento de una persona? Y para ello, habrá que

–       en primer lugar, hacerle consciente de su comportamiento y de sus consecuencias (si es que un ataque al corazón no le ha avisado todavía)

–       plantear a su gente, cómo les gustaría trabajar a ellos, siempre y cuando se aseguraran los resultados.

–       dar pequeños pasos en la delegación, respetando el protocolo de trabajo (no inmiscuirse, respetar los plazos de entrega, no saltarse a los empleados, etc.) que haya salido de la reunión con su equipo.

–       Y buscar alguna actividad atractiva fuera del trabajo, que incentive a ser más eficiente, y poder así disfrutar de ellas, ya sea desde una pareja, un deporte o un hobby.

.

En resumen, la micro-gestión frena el desarrollo de las empresas y de las personas, y bajo el criterio de «quiero estar en todo», hace que «nadie quiera hacer nada».

Privacy Preference Center