Nos han educado para ser víctimas. Alguien nos tiene que solucionar nuestros problemas. Y así nos va. Buscamos a una figura, a un líder, en quien depositamos esperanzas, expectativas y todos nuestros deseos y caprichos programados.
Ese líder debe solucionar nuestros problemas. Posiblemente causados por nosotros mismos. Pero eso qué importa. Lo hemos elegido, o nos lo han puesto, para que nos guíe, piense por nosotros y nos diga qué hacer.
Peligroso, ¿no? Pero peligroso tanto para el líder como para los seguidores.
El paradigma del líder solucionador de problemas
En cuanto al líder se refiere, qué carga tan grande. Y eso sí, que no se le olvide que quienes le ensalzaron y encumbraron serán muchos de ellos los que le traicionen si no cumple sus expectativas. Será responsable de cada fracaso. Será atacado, criticado y juzgado por cada acto que no sea acorde a las expectativas.
Maquiavelo en 1513 escribió: “Quien inicia el proceso de cambio, adquiere la enemistad de todos aquellos que se benefician por la preservación de la antigua institución, y sólo el apoyo de defensores apáticos que obtienen alguna ganancia del nuevo sistema”.
Pero igualmente peligrosa es la forma de pensar que genera en los seguidores. Ellos no son responsables de lo que sucede, ni tampoco pueden hacer nada. Son poseídos por una naturaleza tóxica, justificativa, manipulable y buscando siempre un culpable que nunca es uno mismo. Genera desazón, impotencia, frustración y búsqueda de culpables.
Es lo que nos han enseñado: busca un líder que solucione tus problemas.
El reto de activar la inteligencia colectiva
Pero estos tiempos de cambio han venido a transformar esta forma de pensar. Cuando el mundo era controlable y estático, había personas que tenían soluciones. Hoy en día, en un mundo tan complejo y cambiante a velocidad jamás imaginada (y que irá a más), ya no es posible encontrar un “iluminado” que arregle y ponga orden a la complejidad.
Hay que definir el liderazgo de otra manera. Ya no vale el liderazgo unipersonal y solucionador de todo. El nuevo trabajo va a consistir en activar la inteligencia colectiva, en retar creencias, en cambiar lo más difícil: la forma de pensar.
Y ello para hacer evolucionar a todos. Y que pasen de críticos a pensadores, de pasivos a emprendedores y de víctimas a líderes.
¿Qué supone activar la inteligencia colectiva? Pues dejar atrás al ego y desarrollar la habilidad para escuchar, en primer lugar, y para que se escuchen de una forma efectiva y eficiente, en segundo. La suma total debe ser mayor que la suma de las partes individuales.
El gran reto de los líderes será pasar de ser los únicos que piensan y actúan, a hacer que todos piensen y actúen.
Excelente articulo.Lo comparto plenamente,lo he experimentado y te da una satisfaccion enorme ver como crecen. Es una pena que aun existan lideres retrogragos.Autoritarios y llenos de ego