Como liderar toxicos

¿Qué hacer con una persona que entra en el concepto de “tóxica”? ¿Es posible que dejen de serlo con determinadas estrategias? ¿Podemos liderar tóxicos y hacerles cambiar? Muchas veces la supervivencia emocional de un equipo o de una empresa depende de ello. Pero habría que empezar por definir qué es un “comportamiento tóxico” y cómo no, preguntarnos si nosotros, en ocasiones, somos tóxicos con nosotros mismos.

Qué es una persona tóxica

Básicamente podríamos definirla como aquella persona que afecta negativamente a su entorno, descargando continuamente sus frustraciones con actitudes manipuladoras, anclándose en la queja constante y fijándose en los defectos y en la parte negativa de todo lo que acontece. Consumen la energía y alegría de quienes les rodean, culpando de todo a la víctima elegida o a las circunstancias externas. ¿Autocrítica? ¿Para qué? Su foco está en destruir, degradar, criticar o en cargar de pesimismo al entorno en el cual conviven. Y todo esto lo pueden hacer de forma consciente o inconsciente.

En cuanto a perfiles, podemos identificar a los victimistas, pesimistas, los agresivos, los manipuladores, los cotillas o aquellos que constantemente critican, descalifican y generan desmotivación. Todos los hemos sufrido en alguna ocasión.

Ser tóxico de uno mismo

Pero no sólo miremos hacia fuera poniéndoles nombre. Miremos también hacia dentro. ¿Acaso en ocasiones no somos tóxicos de nosotros mismos? ¿No es cierto que en la forma en la que afrontamos fracasos, frustraciones, heridas o decepciones, estamos posiblemente contagiándonos de nuestra particular toxicidad? ¿Cómo nos hablamos a nosotros mismos cuando cometemos algún error? ¿Cuántas veces generamos infelicidad por la forma en que nos tratamos? Deberíamos analizar este aspecto, porque en la forma en la cual gestionamos nuestros conflictos, heridas o emociones, puede haber grandes dosis de toxicidad. Lo común es que sean pensamientos que nos alejan de nuestra felicidad. Aquí también habrá que liderar, pero a nosotros mismos.

Qué hay detrás de un tóxico

Intentemos ser comprensivos por un instante. Quien es tóxico con los demás, es tóxico consigo mismo. Es su diálogo interno, donde la insatisfacción continua, la negatividad y el pesimismo son parte de cómo ve la vida. Detrás de esas conductas suelen esconderse miedos, complejos o frustraciones. Más bien habría que sentir compasión. Pero eso no quita que por nuestra parte, sepamos ponerle límites. Límites para que no nos afecte, o incluso para reducir o no tener contacto con dicha persona.

Quien es tóxico con los demás,

es tóxico consigo mismo

Cómo liderarles

Antes de reflexionar sobre actitudes o estrategias para liderar tóxicos, debemos entender que una de sus necesidades es la de comunicar. Necesitan ser foco de atención. Lo triste es que buscan ser protagonistas desde la negatividad. Tal vez fue un comportamiento aprendido de familia, o una forma de tener una atención que de otra forma no tendrían. Y si además tienen ansias de poder, buscarán contaminar el ecosistema en un liderazgo dañino para todos los que forman parte de ello. Veamos sólo el panorama político y lo entenderemos. Las personas sanas buscan construir puentes, sanar el pasado e ilusionar con el futuro. Los tóxicos, al contrario.

Las personas sanas

buscan construir puentes,

sanar el pasado

e ilusionar con el futuro

Hay que dejar constancia que la forma de afrontarlo va a depender del nivel de poder que ejerzan y el propio que uno tiene. No es lo mismo tener un jefe, un compañero o un subalterno tóxico. En ocasiones podremos alejarlos o cortar la relación, pero no siempre podrá ser así.

La clave del cambio está en ponerles límites. Y esto puede ser hecho individual o colectivamente. Algunas estrategias podrían ser:

 

1.- Evitar que genere argumentos tóxicos con comunicación constante y transparente

Por medio de una comunicación constante y fomentando la transparencia, evitaremos que dispongan de “armamento” para extender su toxicidad. Herramientas como la rumorología o las “fake news” quedan inutilizadas en la misma medida de la calidad y cantidad de información que se comparte en la organización o en el equipo. Esto es tanto a nivel individual como a colectivos concretos cuya actividad, es contaminar con datos distorsionados, generalidades ambiguas y sobre todo con la intencionalidad de generar conflicto, enfrentar y de esta manera tener un protagonismo, que de por sí no tienen por inteligencia, calidad humana o capacidad para innovar y aportar valor.

Si existe transparencia y datos que lo avalen, no podrán decir “aquí nunca se ha hecho nada”, o “es más de lo mismo”, o “cuando yo dirigía el equipo…”. La ambigüedad y la generalidad es el abono para la toxicidad. Debemos desmontarla con información veraz y de forma constante. Preguntémonos si en nuestra organización existe la comunicación adecuada para evitar los malentendidos y los argumentos para la toxicidad.

 

2.- Encarar a los tóxicos, escucharles y desactivarles

Su existencia se basa en la permisividad. Puede ser por parte de la familia, del equipo o de sus superiores. Nadie les afronta, desde el respeto, pero sobre todo desde la inteligencia para tener una conversación profunda, que o bien desmonte los argumentos o bien les haga entender su negativo comportamiento. Y aquí sugiero hacerlo no desde los argumentos (encontrará los contra-argumentos) sino desde las «preguntas poderosas», aquellas que cuando se articulan, generan un silencio en el interlocutor, al ponerles frente al espejo o bien ofrecerles una perspectiva que anteriormente nadie les había mostrado. Hacer buenas preguntas lleva muchos años, pero saber guardar silencio es casi tan importante como una buena pregunta.

Por experiencia, cuando he podido sentarme con este tipo de personas, he visto que hay necesidad de ser escuchado, de que entiendan su dolor, decepción o frustración. Y sí, es verdad que en ocasiones dicen las verdades que nadie se atreve. Son una fuente de información para conocer lo que nadie se atreve a comunicar, pero que se vive desde el miedo o el temor. Recomiendo estas conversaciones para entenderles, crear empatía, pero también para ponerles límites desde una conversación sincera y empática. Es así cómo podremos liderarlos.

 

3.- Formar al entorno para que no lo permitan

Cuando cada miembro tiene la adecuada formación en Inteligencia Emocional para gestionar conflictos y no permitir estos comportamientos, al tóxico les resultará más difícil contaminar. Las personas de su entorno sabrán pararle. Es aquí donde se debe fomentar el liderazgo colectivo. He visto equipos amenazados y desmotivados por una única persona. Su poder se basa, unas veces en la agresividad de sus formas y otras en la creación de conflictos internos. Pero porque se les permite. Así de sencillo. El equipo debe actuar como líder único, reunirse, hablarlo y tomar medidas.

En cierta ocasión pregunté a ocho personas que componían un departamento, cuántos líderes había. La respuesta fue rotunda, uno, el jefe. Esto refleja inmadurez. En aquellos equipos de alto rendimiento que tienen ambiciones de un alto desempeño, todos se sienten líderes, en su función y en sus tareas, pero también responsables de lo que le sucede al equipo como colectivo, no esperando que alguien ejerza el paternalismo y estén esperando que les resuelva todos los problemas de dicho equipo. Pero este liderazgo colectivo hay que construirlo.

 

En resumen, entendamos de dónde viene esa toxicidad (dolor, decepción, falta de protagonismo, grandes verdades que no se dicen, etc.), pero también generemos estrategias y un liderazgo personal y colectivo para ponerle límites, desde un acercamiento sincero y asertivo.

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