automotivación

Soy autónomo y estoy motivado. Y no tengo un jefe que me motive”. ¿Qué tienen en común un “autónomo motivado” y un “empleado motivado”? Sin duda, no es un jefe que motive. ¿Qué puede ser entonces? Parece ser que para estar motivado hace falta que alguien nos esté reconociendo el trabajo y dando palabras de ánimo constantemente, ¿cierto?

Considero que son dos los factores que une a nuestros protagonistas:

1.- No experimentan los factores que desmotivan (falta de respeto, indiferencia, falta de proyecto, etc.).
2.- Viven en un ecosistema que genera motivación en sí mismo, sin necesidad de un superior que de motivación.

Pero voy a añadir otro caso. Equipo de trabajo donde el nuevo jefe sólo puede estar un día con ellos debido a que debe estar el resto de la semana en las oficinas centrales en una capital europea. Y su equipo es el más motivado de la sede territorial. ¿A qué se debe? ¿A qué no está? o ¿a que ha sabido generar un entorno para la automotivación?

Posiblemente creando dicho entorno, es cuando estaremos cumpliendo como auténticos jefes y líderes. Y nos preguntaremos, ¿cómo es ese entorno? Veamos cuáles podrían ser:

9 formas de motivar sin decir una palabra (de motivación)

éxito

1.- Dales un reto para venir cada día a la oficina con pasión y ambición

¿Qué es lo primero que pensamos cada mañana cuando viene a nuestra mente el trabajo? ¿Coñazo? ¿Ganas de trabajar por la gente que tenemos en nuestro equipo? ¿Ambición porque estamos aprendiendo? ¿Retos que están esperando?

Sí, es cierto que muchos trabajos tienen una parte rutinaria, unas tareas que a lo mejor no nos gustan. Pero ¿son compensadas por participar en un proyecto que active nuestras neuronas del cerebro y del corazón? Porque, si no, estaremos muertos, seremos zombies, y viviremos en el “día de la marmota”.

En cierta ocasión le preguntaba a un departamento de administración, qué retos tenían para crecer. Me contestaron: “Somos administración. ¿Qué retos vamos a tener? Está ya todo estandarizado y sistematizado?”. Ante esta respuesta nos pusimos a trabajar y tras hora y media encontramos un reto sencillo: “Salir del trabajo a la hora que debían”.

Esto suponía:

  • Sentarse con otros departamentos para cuestionar procedimientos y burocracia inútil
  • Generar eficiencia interna
  • Apuntarse en un curso de gestión del tiempo para descubrir los ladrones de tiempo que tenían
  • Conocer herramientas tecnológicas que facilitan la gestión
  • Digitalizar procesos, etc.

Tendrían que verlos ahora.

Por lo tanto busquemos, creemos o inventemos un reto que forme parte de nuestro día a día, que compense, ilumine o dé sentido a la parte más rutinaria de nuestro trabajo. Pero busquémoslo con ellos, y no desde nuestra atalaya de jefes, muchas veces ignorantes y ciegos de lo que necesitan.

2.- Escuchémosles cada 6 meses (como mínimo)

¿Es mucho? ¿Es poco? Para algunos será muchísimo porque nunca se sientan a escuchar a su gente. Ah, sí, en la evaluación anual del desempeño. Para otros es poco, pues mantienen una comunicación constante.

Hay iniciativas como el “happímetro” en Desigual, o el “semáforo” en Cyberclick, para escuchar a la gente. Pero lo que aquí quiero decir es convocar a la gente de una manera programada y hacerles cuatro preguntas:

1.- ¿Cómo está tu motivación actualmente?

2.- ¿Qué ideas tienes para mejorar tu departamento o la empresa?

3.- Yo tu jefe, ¿en qué tengo que mejorar para sacar lo mejor de ti?

4.- ¿Qué cambios de forma de pensar y actuar te ayudarían a mejorar y a mejorar el entorno?

Prueben a hacerlas. Ya verán qué conversación tan interesante se puede generar.

3.- Paguémosles bien, justamente

Queremos gente buena, pero no estamos dispuestas a pagarles lo que se merecen. Sí, el dinero es un elemento “higiénico”. Se valora cuando no se tiene, y se deja de valorar cuando se tiene. Pero la injusticia económica genera un discurso interno tóxico, el cual es conveniente desactivar, ya sea teniendo una conversación que aclare la situación o bien, tomar la iniciativa para que estén satisfechos según la aportación de valor que hacen.

4.- Coloquémosles en el lugar correcto del campo

fútbol americano. Cada jugador en su sitio

No hay nada peor que ver a un deportista, con todo su talento y entrega, jugando en la posición incorrecta. Hemos nacido con talentos, preferencias y habilidades que cuando son plenamente ejercidas, el simple ejercicio genera placer y plenitud. ¿Cómo se sentiría un creativo si lo ponemos en auditoría? ¿Y un auditor si lo pasamos al departamento comercial? ¿Tenemos a la gente correcta en el lugar correcto?

5.- Muéstrales un futuro lo más concreto posible

Es duro estar en un sitio sin futuro, sin crecimiento personal. Puede que algunos no lo quieran, o la tarea que se les requiere sea totalmente rutinaria, por lo que no se les puede prometer crecimiento o mejora de su puesto de trabajo.

¿Es verdad esto? Con un mundo en constante cambio, ¿no podemos crear de forma colaborativa un plan de crecimiento, una formación y un desarrollo que lo haga mejor profesional?

6.- Menos exigencia y más ambición

Al igual que un profesor no debe enseñar, sino hacer que quieran aprender, en el trabajo es igual. La exigencia es externa y por ello agotará o la esquivaremos. El reto es saber generar una ambición interna, que haga que quieran más, y que el compromiso salga de manera voluntaria.

7.- Sácalos de la oficina

O crea un ritual para buscar un encuentro lúdico, deportivo o cultural que les haga conectar como personas y no como trabajadores.

Recientemente, un equipo de directivos de dos empresas que se habían fusionado fueron llevados a ver el Open Madrid. El viaje, la estancia, el evento, la cena y las copas generaron un acercamiento y una empatía que luego se trasladó al ámbito profesional. Cultiva esos encuentros fuera de la oficina si quieres que haya un buen ambiente, una cercanía y una conexión entre todos.

8.- Respeto, respeto, respeto

Ser jefe no te da autoridad para hacer lo que te da la gana o para que tu equipo pague tu incompetencia para gestionar tu agenda: convocar reuniones sin previo aviso y sin preparación, hacer que paguen tu falta de previsión, o el retraso en comunicar ciertos trabajos. No hagas lo que no te gustaría que te hicieran.

9.- Activa la inteligencia, la responsabilidad y el liderazgo colectivos

No hay implicación sin participación. Desde ésta surge la responsabilidad y el compromiso. Permite la auto-organización, la iniciativa, el desarrollo de propuestas sin necesidad de colapsarlos en una burocracia de egos que tienen que marcar el terreno para sentirse importantes.

En resumen, considero que si se genera un ecosistema con todos estos elementos, la motivación interna estará en su máximo, y no hará falta compensarla o intentar cubrir estas carencias con unas palabras de motivación cada cierto tiempo, que mostrarán una incoherencia entre lo que se prometió y lo que uno encontró en su trabajo tras un cierto periodo de tiempo.

Y todo esto, sin decir una palabra de motivación.